Archivo de noviembre 2012

RAZONES DE UNA MUJER. LEONOR LÓPEZ DE CÓRDOBA

Con la conferencia titulada «MEMORIA Y AMNESIA PARA CON  LAS ESCRITORASOLYMPUS DIGITAL CAMERA MEDIEVALES EUROPEAS: LAS MEMORIAS DE LEONOR LÓPEZ DE CÓRDOBA», en la Real Academia de San Dionisio, presenté en Jerez, y rodeado de amigos el libro «Razones de una mujer», un ensayo histórico-literario sobre uno de los textos más interesantes escritos por una mujer medieval española. Una mujer que tiene el mérito de haber inaugurado en lengua castellana el género autobiográfico y que, a pesar de ello, no se encuentra en el canon literario de nuestra literatura.

OLYMPUS DIGITAL CAMERAEl libro que se presentó en la Real Academia forma, en cierto modo, parte de una trilogía que el autor cierra con este nuevo volumen. La formada por  éste y otros dos libros ya publicados: «La condición femenina en la Edad Media» (publicado en 2010) y «Seis escritoras medievales» (publicado en 2007). Encuadrados, los tres en ese trabajo de cada vez mayor número de investigadores para rescatar del olvido a muchas escritoras medievales.

Leonor López de Córdoba es una de las escritoras medievales más olvidadas a pesar de haber sido la autora que inaugura en España el género autobiográfico con su obra Memorias. El libro tiene como principal objetivo poner en valor este texto medieval y a su autora que, por lo demás,  jugó un papel relevante en la Historia de España. En una época de fuertes tintes patriarcales, esta mujer tuvo el valor de poner por escrito su personal visión de los hechos acontecidos y de decirse a sí misma y romper el tabú de la escritura, tan vedada para la mujer de entonces. Además del estudio sobre el marco histórico en el que nace, de su autora y de las circunstancias que rodearon su vida, del momento que estaba viviendo la monarquía castellana, este volumen contiene un extenso estudio del texto de sus Memorias, que se publica en Apéndice.

portada Memorias001Poner en valor la figura y la obra de esta Autora española nace de un deseo: el de contribuir en una labor de rescate, en cierto modo, del olvido, de una escritora medieval española que, sin pretenderlo, fue a convertirse en inauguradora de la escritura autobiográfica femenina en España, Leonor López de Córdoba (1362-1430). Y del deseo de rescatar de la amnesia general a una escritora española que, por méritos propios, debería figurar como primera autobiógrafa en castellano, antecedente distinguido de un género literario que, sin embargo, ha tenido en otros escritores, de períodos más recientes, los exponentes más destacados y, falsamente, han sido considerados creadores de una forma de escritura, cuya paternidad/maternidad en castellano corresponde a Leonor López de Córdoba.

Como sostiene Reinaldo Ayerbe-Chaux, ella es inauguradora del género autobiográfico, aunque para la crítica feminista no sólo es esto sino mucho más. Lo expresa así Iris M. Zavala que defiende que las Memorias de Leonor López de Córdoba «emergen no sólo como la primera autobiografía en lengua castellana, sino que afirma el acento en lo personal, en lo cotidiano y en lo privado como autodescubrimiento de su propia identidad; y en la autorrepresentación».

Hoy, la obra de esta mujer se halla escondida. Afortunadamente, otros estudiosos y estudiosas, sobre todo desde las filas de la crítica feminista se hallan embarcados en su descubrimiento y estudio. Porque Leonor López de Córdoba es la primera autora española de una autobiografía, aun sin olvidar que «la escritura autobiográfica femenina ha presentado siempre, en la mayoría de sus manifestaciones, un tipo de identidad con minúscula», como sostiene Mercedes Arriaga. Visión que ha de superarse y hacer que, como tal pionera en la literatura, ocupe un lugar en nuestra memoria, venciendo el poder amnésico de la crítica.

En 1977 Ayerbe-Chaux publica la copia dieciochesca conservada en la Biblioteca Capitular y Colombina de Sevilla, de las Memorias  de Leonor López de Córdoba, con una introducción y un estudio que abren las puertas a la lectura de esta obra, «subrayando su carácter literario de primera manifestación del género autobiográfico en nuestras letras». A partir de esta moderna edición de las Memorias, otros estudiosos y críticos literarios comienzan a prestarle interés a este texto, hasta el momento olvidado por la Historia de la literatura española. Juan Félix Bellido, la estudia y la publica en este libro.

Leonor López de Córdoba, como otras mujeres medievales, está motivada «por una serie de circunstancias que, unidas a sus propios conflictos personales, y enmarcadas dentro del ambiente en el que se desarrolla el siglo XV, se conjugaron para hacer posible su participación activa en la literatura». Y como en el caso de otras escritoras medievales, no cabe duda de que Leonor López de Córdoba lo hace rompiendo moldes y violando un tabú, porque «las palabras escritas por mujeres se levantan contra la regla explícita de guardar silencio», que diría Mercedes Arriaga. Este nuevo libro intenta prestarle voz

MENOS CONSIDERACIÓN QUE CON UN CABALLO

El pensamiento del humanista Erasmo, a pesar de los siglos pasados, siempre da qué pensar: “Quienes cuidan a los suyos en la misma medida en que conviene a sus propios intereses, éstos ponen a sus ciudadanos en el mismo lugar que la mayoría de los hombres a sus caballos y asnos, pues también aquéllos cuidan de sus animales, pero miden todo cuidado según su provecho, no el de los ciudadanos. Por lo demás, quienes desuellan al pueblo con su rapacidad o lo despedazan con su crueldad o lo exponen a todos los peligros a causa de su ambición, éstos tienen en menos consideración a los ciudadanos libres que el vulgo a los jumentos comprados o los maestros de gladiadores a sus adiestrados”. (Erasmo de Rotterdam, Institutio Principis Christiani, 1516)

UNA AUTÉNTICA MINA DE ORO

         Vuelvo en coche de la población sevillana de Dos Hermanas. Acabo de  visitar un centro de estancia diurna para mayores, con el sugestivo título de La miniera, un término italiano que se traduce por La Mina. Y lo es. Contrasta lo vivido hace unos instantes con las noticias que me arroja la radio del coche; machaconamente, me recuerdan una situación económica, financiera y empresarial que da pavor. Pienso que esta situación es el resultante del individualismo humano, centrado en la cultura-del-tener. Y que lo que alimenta el fuego no es otra cosa que la falta de solidaridad,  la ambición desmedida, la explotación y la opresión de los más débiles, la acumulación de riquezas y, sobre todo, la dificultad para compartirlas.

Recuerdo las palabras de Elena Bravo, la directora de La Miniera, hace escasamente un par de horas: «Esta mentalidad del tener es aceptada por la mayoría de las personas, pues parece que atesorar es lo normal en la vida. O sea, que para vivir hay que acumular cosas, superfluas o no». Y tiene razón de que «a pesar de la fuerte influencia de esta idea, que cada vez se extiende más, y, precisamente como respuesta a una necesidad vital del ser humano –como es el compartir con los demás-, nacen otro tipo de prácticas sociales y de actitudes solidarias que estarían enmarcadas en lo que llamaríamos la cultura-del-dar». Y ahí encuentro no sólo la clave de sus palabras, sino la de la experiencia que acabo de vivir. Y me explico. La persona con la que acabo de hablar y la experiencia que acabo de compartir forman parte de esta nueva cultura-del-dar que nos hace capaces de transformar las instituciones y las estructuras sociales. Me remontan a mayo de 1991. En esa fecha nace  un original proyecto llamado Economía de Comunión, en el seno del Movimiento de los Focolares. Lo ideó su fundadora, Chiara Lubich, en un viaje a Brasil. No se considera economista sino iniciadora de «un nuevo estilo de vida, expresión de una cultura nueva«, que intenta construir la unidad en todos los frentes, teniendo como base la fraternidad universal, y generando –y aquí quería llegar-, una cultura-del-dar y no del-tener. Y lo lanza en una tierra de desequilibrios socio-económicos. Veía con sus propios ojos el contraste entre los grandes rascacielos y las favelas que rodean una ciudad como San Pablo.

Este proyecto consiste en impulsarel nacimiento de empresas que, en manos de personas capaces, generen beneficios que sean posteriormente compartidos, dividiéndolos en tres partes: una para las necesidades de de los necesitados; otra para la formación de hombres nuevos, decididos a la fraternidad, porque sin ellos no se hace una sociedad nueva; y otra para seguir invirtiendo en la empresa, para su mantenimiento y crecimiento. Así nacieron las empresas adheridas a la EdC. Hoy son más de 800 en el mundo.

Ahí está la raíz de esta empresa que se denomina La Miniera, por eso era importante remontarse a 1991. Aquellos socios fundadores que, hace ahora 9 años, la fundan querían que reuniese las características de esta EdC. No son otras que éstas: 1)  El centro es la persona y no el dinero. 2)  En la relación con los clientes, proveedores, sociedad civil, y otras personas externas, como puede ser la competencia, es importantísimo el respeto y la estima. 3)La empresa respeta las leyes. 4) Un alto nivel de calidad de vida en cada miembro y alto nivel de calidad en la producción. 5) La empresa cuida los ambientes de trabajo generando relaciones verdaderamente humanas y fraternas. 6) Una formación en todos los campos. 7) Un clima de comunicación abierta y sincera entre dirigentes y trabajadores, favoreciendo una relación recíproca de apoyo y solidaridad.

«Con estos objetivos–me explica Elena-, nace en Enero de 2003, y desde el principio se adhiere  al proyecto de EdC».         

En este proyecto se unen dos circunstancias fundamentales y dos personas que son las columnas del mismo. Por una parte, Elena Bravo, Bióloga, que cuando nació su primer hijo en 1981, dejó de trabajar en su especialidad para dedicarse a su familia. Pero siempre conservó el deseo de participar en la EdC. Por otra, José Alonso, actual gerente de la empresa. «Casi toda mi carrera profesional –confiesa- se había desarrollado en el mundo de las multinacionales financieras y aseguradoras. En 2002 hay una reestructuración en la empresa en la que trabajaba como Director Regional y me despiden. En ese momento, Elena pone en común conmigo su inquietud de hacer algo en la línea de la EdC y a mí me parece que puede ser la ocasión para comenzar algo y poder madurar un proyecto. Para mí que durante años he trabajado en una multinacional y había sufrido el ser sólo un código con un objetivo de ventas, esto de la Economía de Comunión  era, por un lado, muy atractivo y, por otro, casi utópico».

         En resumidas cuentas, después de casi un año, constituyen una Sociedad con sus respectivos cónyuges, y juntos deciden crear una Unidad de Estancia Diurna para personas mayores con  25 plazas. Así surge la La Miniera (Mina). Porque los mayores, en contra de lo que, en general, se piensa, son el tesoro de la sociedad. En 2006 se realizan unas obras de ampliación y hoy cuentan con una capacidad asistencial para 50 personas, teniendo conveniadas 40 plazas semanales y 27 los Fines de Semana y Festivos.

         «Desde que comenzamos hemos puesto en práctica nuestro secreto: tratar de vivir la comunión entre nosotros cuatro, intentando que todo lo que hagamos sea fruto de ésta, y con el paso del tiempo nos hemos dado cuenta que cada uno, con sus virtudes y sus miedos, ha sido una aportación importante al proyecto. Aunque a veces nos haya costado ».

         Quiero saber más y pregunto a Elena qué significa eso de que «el centro de nuestra empresa es la persona».  José Alonso sale al paso: «Un ejemplo: yo, como Gerente de la empresa, veía que había determinadas cosas que tendrían que hacerse de cierta manera o que las quería hacer yo a mi forma, pero en ese tener en cuenta al otro (su cometido, su profesionalidad, sus exigencias) he comprendido que convenía dejar que las hiciera otra persona aún pensando que, por mi experiencia, yo las podía hacer mejor».

¿Y las relaciones interpersonales entre los 19 trabajadores? «En este sentido – comenta Elena Bravo- intentamos que esta comunión se extienda a las demás personas con las que trabajamos; así que nos vemos semanalmente para comentar cómo va cada cosa, en qué podemos mejorar, y así asumir las necesidades de cada uno. Esto crea un ambiente de trabajo donde no tienen cabida los malos entendidos, ni los malestares individuales y nos sentimos un equipo».

Comprendo que todo esto redunda en beneficio de los mayores que son el verdadero centro. «Intentamos que cada persona que entra en el Centro se sienta acogida y valorada más allá de sus condiciones físicas y psíquicas. Todos los usuarios tienen alguna discapacidad. En general todos vienen con cierto miedo, y vemos como, en menos de una semana, suelen adaptarse y no quieren dejar de venir».

Una empresa sin trampas, algo ya novedoso en sí, cuando las noticias de fraudes, de artimañas, de engaños, llenan las páginas de la prensa económica, no precisamente como ejemplos de buenas prácticas. «Nosotros somos conscientes de que no se puede construir una empresa nueva con viejos esquemas, aunque sean moneda corriente. Es lo que consideramos cultura de la legalidad». Concretamente, «durante estos años, en muchos momentos nos ha venido la incertidumbre y, a veces, el deseo, de hacer las cosas por la vía rápida. Nos parecía que era más fácil saltarse tanto requisito legal, pues ésta era la práctica común a nuestro alrededor. Pero siempre nos hemos ayudado a permanecer fieles a lo que sentíamos que debíamos hacer según el espíritu de la EdC, y cumplir con todos los requisitos legales, aunque estos fuesen, económicamente, perjudiciales para nuestros objetivos empresariales».

      La Miniera, con capacidad para 50 personas, 19 trabajadores y un clima laboral que sorprende. Dedicados a ese tesoro («son una mina, en el más noble sentido del término»), con el cariño y la atención que necesitan, fruto de una convivencia constructivas entre sus trabajadores y unos beneficios que no van al bolsillo de los empresarios sino a la ayuda de los más necesitados y a la formación y el desarrollo de la propia empresa. La cultura del dar. Una economía basada en la comunión y no en el egoísmo.

Es verdad que Jauja no existe, pero mejorar nuestra sociedad, a pesar de las dificultades coyunturales o inherentes a cualquier empresa humana, es posible. Y para muestra basta un botón.


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