Archivo de febrero 2024

No conviene matar a Montesquieu

Todo lo contrario: conviene desempolvar de vez en cuando El Espíritu de las Leyes, escudriñar en sus páginas y volver a la esencia del equilibrio político, como él lo planteó cuando diseñó su concepto de la división de poderes. Botón de muestra éste emblemático, y ya clásico, texto suyo:

 “En cada Estado hay tres clases de poderes: el legislativo, el (…) de las cosas pertenecientes al derecho de gentes, y el ejecutivo de las que pertenecen al civil.

Por el primero, el príncipe o magistrado hace las leyes para cierto tiempo o para siempre, y corrige o deroga las que están hechas. Por el segundo, hace la paz o la guerra, envía o recibe embajadores, establece la seguridad y previene las invasiones; y por el tercero, castiga los crímenes o decide las contiendas de los particulares. Este último se llamará poder judicial; y el otro simplemente poder ejecutivo del Estado.

La libertad política, en un ciudadano, es la tranquilidad de espíritu que proviene de la opinión que cada uno tiene de su seguridad; y para que se goce de ella, es preciso que sea tal el gobierno que ningún ciudadano tenga motivo de temer a otro.

Cuando los poderes legislativo y ejecutivo se hallan reunidos en una misma persona (…) entonces no hay libertad, porque es de temer que (…) hagan leyes tiránicas para ejecutarlas del mismo modo.

Así sucede también cuando el poder judicial no está separado del poder legislativo y ejecutivo. Estando unido al primero, el imperio sobre la vida y la libertad de los ciudadanos sería arbitrario, por ser uno mismo el juez y el legislador y, estando unido al segundo, sería tiránico, por cuanto gozaría el juez de la fuerza misma que un agresor.

En el estado en que un hombre solo o una corporación (…) administrasen los tres poderes (…) todo se perdería enteramente. (…)

Magnífica referencia para la reflexión, hoy más que nunca. Su autor, Charles-Louis de Secondat, barón de Montesquieu, el pensador francés nacido en La Brède, Burdeos, en 1689 y fallecido en  París, en 1755, aunque lo sensato parece ser mantener vivo su pensamiento. Y si, de vez en cuando, se lo repasan nuestros políticos, aunque tengan que hacer el esfuerzo de leer, miel sobre hojuelas.

Las complicadas tareas del amor

Hace unos años en la Editorial EJE, apareció esta obra mía titulada: “Las complicadas tareas del amor”,  que vuelve a emocionarnos, como ya lo hiciera en anteriores novelas, brindándonos una serie de relatos que poseen un mismo denominador común: el amor. Y en un marco histórico determinado: El Al-Andalus musulmán, el Sefarat judío, los reinos cristianos de la España medieval y renacentista. Samuel Leví, Abú Muhammad, Walada, Isabel, Juan de Alba, Zoraida, son algunos de los personajes alrededor de los cuales giran estas siete historias, donde el amor desnuda sus gestos y se nos muestra en sus momentos más amargos y complicados, sin ambages, sin falsas apariencias, y nos viste situaciones distintas con sentimientos que, en multitud de ocasiones, se convierten en los más dolorosos. Y donde el abanico de posibilidades narrativas del escritor, se abre, desplegando todos sus colores y matices, acercándonos nuevamente, a través de estas historias en las que el amor se convierte en una complicada tarea, a la cultura judía y musulmana por el apasionante camino de la literatura.

Gran conocedor del mundo, la cultura y la literatura andalusí, Juan Félix Bellido explora con poesías como ésta de Ibn Gabirol,  el corazón humano, dejando entrever sus raíces más profundas: “Amigos, / de amores he enfermado, / no me arrepiento, / que con ellos han sido / para mi alma gratos / los sufrimientos; / ¿acaso has visto / que alguna vez las penas / puedan ser dulces?”. Y nos deja en el aire una pregunta en boca del juglar Juan de Alba en “El vuelo de la paloma”: “Habéis de tener en cuenta un signo inequívoco y eficaz: el auténtico amor hace al otro mayor a sí mismo. ¿El vuestro es de este género?”.

Nacido en Jerez, en 1950, y dedicado al mundo editorial desde 1975, simultaneando su profesión de editor y experto en Comunicación, con la de escritor y periodista. Obtiene el grado de Doctor en Literatura y comunicación en la Universidad de Sevilla. Ha publicado más de cuarenta libros de diferentes géneros. En octubre de 1992 fue galardonado con el Premio de Ensayo “Caja de Ahorros de Jerez”, por su libro “¿Por qué lloraron los judíos al abandonar Jerez?”.

(De la reseña del libro)

Patio de colegio

Esto lleva unos meses pareciendo un patio de colegio. Y, por favor, no se ofendan los colegios. Es que he tratado de seguir la evolución de ese circo que se nos está montando en esta resignada España que sueña con que surja alguna vez un político maduro y que se encuentra con esta serie de mediocres que pasan de nosotros y que no se sabe qué pretenden. Unas buenas dosis de madurez no les vendrían mal. A todos, y cuando digo todos, digo todos. Porque me juego lo que sea a que no leyeron a Erasmo, ni recibieron en sus respectivos partidos la educación propuesta por el humanista, ni les cupo en sus cabezas la posibilidad de enterarse la propuesta de pacto del de Rotterdam: «Al establecer pactos, como en los demás asuntos, el buen príncipe [el gobernante] no mirará más que por el bien público. Cuando se trata de que los príncipes obtengan ventajas personales vulnerando los intereses del pueblo, el pacto no debe llamarse tal, sino conspiración. Quienes piensan así dividen al pueblo […] y donde esto sucede no existe la república». Y mientras tanto, estos impresentables mirándose el ombligo y pasando olímpicamente de los que estamos condenados a padecerlos. La sensatez y la madurez, están en la playa y han cerrado por vacaciones sus actividades. La factura la pagaremos los demás y el cabreo por la inoperancia y el pasotismo, nos saldrá por las orejas sin una idea sensata que llevarnos a la boca.

La osadía del ignorante

DIGO que cuando el Maestro Liendres, que de todo sabe y de nada entiende, quiere hacer gala de su ignorancia por escrito, no vale ni siquiera la pena responder; él mismo se condena a ensuciarse en el barro que produce, y hace verdad suprema el refrán popular de que “a palabras necias, oídos sordos”. Por eso algunos hablan en el desierto que ellos mismos producen a su alrededor. Y naturalmente, las piedras del desierto, que son sordas por naturaleza, ni siquiera lo oyen. Y da igual lo que digan, aunque sean necedades, aunque lo ignoren todo de la materia que pretenden analizar. ¡La osadía del ignorante!

Rostros de al-andalus

Lo que recoge este libro forma parte de este intento más de recuperación de la memoria histórica. Éste, concretamente, duró un año. Gustó la propuesta al editor de la revista Agenda de la Empresa Andaluza, con la que ya hacía tiempo que colaboraba con una página de opinión, y me puse manos a la obra, haciendo desde esta parcela de periodista, que también es mi oficio, la labor que, con mis estudios, mis ensayos y, también, mis ya numerosos libros de narrativa, venía haciendo. Me refiero a esa labor de mediación, de casi acercamiento divulgativo a todo el público de mi tierra, a todos aquellos que se acercan a la lectura en román paladino, y que no deambulan por los sesudos y gruesos manuales de Historia, de la realidad cultural, literaria, científica y arquitectónica que impregnó nuestras tierras durante la Edad Media y que, durante muchos años ha sido objeto de mis estudios, de mis lecturas, de mis investigaciones, de mis pasiones intelectuales. Entrega tras entrega, y mes tras mes, daba a la editorial mi artículo sobre aquellos posibles rostros de Al-Andalus, y que ésta consignaba a la última página –la que cerraba el número– de la citada revista, prestigiosa en el mundo empresarial, económico y de desarrollo en toda Andalucía y, desde luego, con una muy amplia difusión en todos los rincones de nuestra Comunidad Autónoma.

              Digo que duró un año y, fruto de aquella mensual colaboración, son estos artículos que ahora se han querido reunir y publicar en este breve volumen. Tienen el valor de la recuperación de una memoria histórica, desterrada al baúl del olvido, y manipulada de tal manera, que ahora es difícil distinguir el trigo de la paja. El intento de un periodista, amante y estudioso de la historia, lector asiduo de aquellos poetas, escritores, juristas, místicos e intelectuales españoles que poblaron Al-Andalus en la Edad Media, y que se diferenciaron de los demás autores que asistieron al nacimiento de las letras castellana en la lengua en que escribían –mayoritariamente en árabe y algunos en hebreo– y en la religión que profesaban: judaísmo o islamismo. Pero que, como aquellos otros, forman parte de nuestro patrimonio y de nuestra historia. Y para que sus nombres y su pensamiento no quedasen olvidados aquí van salpicando estas páginas.

Juan Félix Bellido es Doctor en Literatura y Comunicación, escritor, traductor, investigador y periodista, que cuenta en su haber con más de cuarenta libros publicados y centenares de artículos. Uno de sus principales campos de investigación ha sido la recuperación para el canon literario e histórico de las escritoras medievales olvidadas, publicados en numerosos libros; como lo ha sido su dedicación al mundo andalusí, que se refleja en otras tantas publicaciones suyas.

LA BELLEZA DE LA MUJER ANDALUSÍ

Juan Félix Bellido «es capaz de convertir un estudio científico sobre la mezquita de Córdoba o sobre cualquiera de los personajes que la pisaron, en una novela histórica o un ensayo divulgativo. Es lo que sucede con este libro […]. Como su propio autor afirma en las primeras líneas del texto, no resulta fácil encerrar en unas pocas páginas un tema tan extenso como el de la mujer andalusí. Es una dificultad que radica, efectivamente, en varias causas, siendo una de ellas los muchos versos cantando su belleza que dejaron los poetas y poetisas de al-Andalus. Ello implica una traba más, que es la de explicar y contextualizar los numerosos tópicos que acerca de la mujer musulmana han llegado a nuestro acervo cultural desde diferentes canales.

«Sin embargo, Juan Félix sortea estos obstáculos para llevarnos a un conocimiento claro y profundo del papel de la mujer dentro de la sociedad andalusí. Y lo logra desde el análisis de aquellos textos que a lo largo del tiempo han conformado su controvertido imaginario. A partir de ahí, nos ofrece un cuadro del concepto que los poetas más representativos de la literatura andalusí tenían de la mujer y su cuerpo y, de un modo menos extenso, pero derivado del anterior, o viceversa, el del amor del hombre hacia esta mujer; un amor cargado de tópicos que entroncan con el del amor udrí .

«En definitiva, cinco capítulos de un libro esencial para conocer a la mujer musulmana y andalusí desde aquellos textos, especialmente religiosos, que la menosprecian y degradan, hasta los que idealizan su imagen desde el punto de vista literario, es decir, reflejando un perfil que poco tiene que ver, salvo honrosas excepciones, con el de la mayor parte de las mujeres que diariamente hacían su vida en el seno de las ciudades de al-Andalus».

(Del Prólogo de Miguel Ángel Borrego

Librepensadores incómodos

“En cuanto a la acusación de que cuando yo tenga una cosa por verdadera no me importa ponerme enfrente de cualquiera, aunque estos cualesquiera sean todos los hombres que ocupan la superficie de la tierra… esta cualidad de que me acusan es para mí una de mis mayores virtudes”. Así se expresaba Ibn Hazm, ese intelectual cordobés (994-1064), hace casi diez siglos. Es la característica del librepensador, un modelo que escasea en estos tiempos a pesar de lo necesario que son para que la humanidad avance, para que avance la cultura, para romper con cualquier tipo de monolitismo de pensamiento único e interesado, que, no nos engañemos, habita en todas las esquinas. El libre pensador se alía sólo con el estudio, con el pensamiento, con la observación de la realidad,  con la lógica, con la razón, vengan de donde vengan y nazcan de donde nazcan. Persigue la verdad y no se ata al primer eslogan, ni a lo políticamente correcto –tampoco a lo incorrecto-; busca y se interroga siempre, y a veces se ve obligado a cuestionar lo establecido por quienes no quieren que nada cambie, que todo siga igual y refugia su inseguridad en esquemas fijos, en departamentos estancos, en casillas preestablecidas, a los que agarrarse. A veces la verdad no está ni de un lado ni de otro, o está en ambas partes, y hay que pulirla, como se hace con un diamante en bruto, para que brille en todo su esplendor. El librepensador nunca se arroga el mérito de tener la verdad absoluta, ni pretende imponerla. Comparte la que tiene y busca en las demás lo que pueda enriquecerle y enriquecer. Y en este ejercicio de humildad y honestidad, abre caminos.

Los librepensadores son incómodos porque no se ajustan el corsé a cualquier precio, y pagan la factura que la libertad exige. Sabe que el hombre es limitado y lo ejerce. Persigue la honestidad intelectual del que explora.

Ibn Hazm pagó también su factura. No gustaba e incluso Al-Mutamid mandó quemar sus libros en Sevilla, actitud bastante habitual en estas tierras cuando se quieren eliminar las ideas. “Aunque queméis el papel, no podéis quemar lo que encierra, porque lo llevo en mi pecho.”, respondió a la quema. La libertad de expresión era un ideal clara para este cordobés. En tiempos tan confusos, de tanto mercantilismo intelectual, donde se apuesta por lo estático y se domestica una profesión como la nuestra, hay que romper una lanza a favor de los que libremente piensan y actúan, y sólo la racionalidad y los ideales humanos que merecen la pena les atraen. Es una apuesta incómoda pero necesaria. Los caminos están abiertos y vale la pena hollarlos. Es una inversión rentable a la larga y hará más sólida la democracia efectiva. La naturaleza nos demuestra que la yerba rastrera termina por agostarse y secarse. “E pur si muove” (“Y, sin embargo, se mueve”), dijo Galileo ante la falsedad que le impuso la ignorancia. Al final –claro que varios siglos después- hubo que reconocer que tenía razón

Cotillas y criticones

Epicteto lo escribió hace cerca de 2000 años y así seguimos:

Epicteto, un filósofo y maestro del primer siglo de nuestra era, escribe el Enchiridion. Son recopilaciones de sus discursos, pues era más  orador que escritor. Su discípulo  Flavio Arriano tomó apuntes. Menos mal que li hizo. Así es posible conocer ahora su pensamiento. En esta tierra nuestra de cotillas y criticones, de lengua fácil, donde el calumnia que algo queda es más que norma y en donde no reparamos en medios para minar la reputación de los demás, sin el menor de los escrúpulos, me ha causado impresión un párrafo de Epicteto. Consejos interesantes de la sabiduría de hace dos mil años, que no han perdido vigencia, en este desquiciado siglo. «No tengas miedo de los insultos ni de las críticas. Sólo los moralmente débiles se sienten obligados a defenderse o explicarse ante los demás. Deja que la calidad de tus actos hable en tu nombre. No podemos controlar la impresión que los demás se forman de nosotros, y esforzarse por hacerlo degrada el carácter.

Elogio del editor

-La vida, un viaje… con un libro en las manos-

En este breve texto, se hace, como el título indica, un elogio del editor, como tarea, como profesión, como pieza fundamental en la producción y difusión del libro. Recorriendo la historia de éste, desde aquellos primeros editores de la época clásica, hasta la actualidad, pasando por la labor de los scriptorium de los monasterios medievales y por el gran avance que supuso en este campo el invento de Gutenberg. Recorre la historia del oficio del editor, y va mezclando momentos de su propia experiencia y de su concepción de la vida, de la escritura y de la cultura, de ahí el subtítulo “la vida, un viaje con un libro en las manos”. Oficio y experiencia vital condensados en estas páginas.

Dhuoda, una escritora medieval

Esta concisa y sustanciosa novela nos lleva a la Europa del siglo IX, en las postrimerías del Imperio Carolingio, que va desmembrándose ya en centenares de luchas intestinas entre los herederos del gran Carlomagno. En sus páginas, el Autor recorre la vida e historia de una mujer medieval, Dhuoda, esposa de Bernardo, duque de Septimania, en la Marca Hispánica. Una singular noble de la época.

Escritora y madre, que expresa su feminidad afirmando, en este caso,  su maternidad, y reivindicando su autoridad –no sólo como escritora- sino también como madre, como formadora y engendradora de los valores de su hijo. Nos ha dejado una obra, el Manual que escribe para su hijo Guillermo, que nos abre un camino para descodificar el amor de una madre del siglo IX por su hijo. Otra escritura de mujer que rompe con el tabú de escribir y comunicarse en un siglo en el que este terreno estaba cultivado sólo por el hombre y del que sólo ella ha hecho posible que podamos asomarnos con una lectura distinta.

Este acontecimiento único en unos siglos de neto predominio patriarcal, le sirven al Autor de esta narración para acercarnos a la cultura y a la educación en un singular momento histórico, y hacerlo de la mano de una de las pocas escritoras medievales de las que se conservan sus textos. Una historia –que es la de la Europa de entonces- llena de acontecimientos y que el Autor explora también el alma de una mujer de medieval, con enorme acierto fotografiando la condición de la mujer, de la esposa y de la madre, de aquellos tiempos que fueron configurando el acervo cultural de Europa. Reivindicando la visibilidad de la mujer escritora medieval.


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