Archivo de septiembre 2010

MERCEDES BECERRA, ILUSTRADORA

Me encuentro en la red con una estupenda página de la pintora e ilustradora Mercedes Becerra, que maneja pinceles y colores magníficamente. Conocía sus obras, pero ahora puedo recrearme en ellas desde la red, y visitar su página. Les aconsejo que hagan lo mismo. Merece la pena.

Un mundo limpio, el suyo, un mensaje directo y sencillo, auténtico y sin reveses, que se plasma en sus ilustraciones infantiles. Un mundo, el infantil que conoce perfectamente, en su profesional trabajo diario en la enseñanza. Es maestra. Entren en este enlace: http://mebesail.tk/.  Adelanto aquí algunos ejemplos.

LA DEPLORABLE COSTUMBRE DE QUEMAR LIBROS

En España tenemos ya larga tradición en esto de quemar libros, y si no que se lo pregunten al Cardenal Cisneros, o a los almohades, o a cualquier recalcitrante integrista aficionado a quemar los libros para abolir las ideas y sepultar a sus autores. Pero son unos cuantos ejemplos solamente; los hay para una antología. Se quejaba así Ibn Hazm, ante una quema de sus libros por parte del mismísimo Al-Mutamid, “podéis quemar mis libros pero no lo que hay escrito en ellos”. Aquí, por menos que canta un gallo se producía otro . Afortunadamente forman parte ya de la historia.

Siempre me ha parecido una práctica horrible. Me parece una forma de asesinato a sus autores, a las ideas, a la democracia, a la cultura y a la libertad. Hoy le da la “picá” al reverendo Jones, allá en Florida. Un pastor, de una minúscula iglesia cristiana que quiere, a base de esta barbarie, ocupar su espacio en los telediarios. Mañana quiere quemar el Corán.  Una forma muy evangélica de dar fe de sus creencias, de dar testimonio de la caridad cristiana, de seguir al pie de la letra el mensaje de Jesucristo. “Y la burra al trigo”. ¿Cómo puede entenderse que leyendo y practicando el Evangelio, se pueda seguir pensando de esta bárbara forma, y sólo se encuentre como solución a los problemas de la humanidad, emprender una guerra más? Todas las demás Iglesias cristianas le han pedido que no lo haga como, por ejemplo, el Presidente de la Conferencia Episcopal de la India, Cardenal Oswald Gracias, que convocó a líderes religiosos cristianos y musulmanes para emitir un comunicado que rechaza este acto por ir contra las enseñanzas de Cristo. Esto es un consuelo que alivia. La terquedad del reverendo, sin embargo, preocupa profundamente. No se puede admitir todo, con tal de salir en la foto. Nuestro rechazo debe ser rotundo, lo sería con cualquier otro libro que fuese base y cimiento de cualquier religios, de cualquier pensamieno humano, de cualquier otra creencia, de cualquier otra civilización. Porque la quema no es camino a nada.

¿FRACASO O INDECENCIA?

Me paseo por las librerías para curiosear entre los libros. Es uno de mis entretenimientos favoritos. Hace unos días me entretenía escudriñando en el mostrador de novedades. Me detengo con la última novela de Julia Navarro, Dime quién soy. Ya había leído otras novelas suyas… La Biblia de barro, La Hermandad de la Sábana Santa… Tomo esta nueva, que acaba de aparecer, con la intención de echar un vistazo tras leer su contraportada. Abro la primera página y allí encuentro como arranque un diálogo. Dice así:

– Eres un fracasado

– Soy una persona decente.

Me enganchan estas dos afirmaciones y sigo hojeando. Es fracasado porque es decente, parece decirme. ¿Es que hay que ser indecente para tener éxito? Y sigo leyendo el diálogo de este primer capítulo. La respuesta, algo más adelante:

  • Verás, en mi profesión, ser decente suele conducir a que te quedes sin empleo. No sabes cómo está el periodismo en este país. O estás alineado con la derecha o lo estás con la izquierda. No eres más que una correa de transmisión de las consignas de uno o de otro. Pero intentar contar simplemente lo que pasa y opinar honradamente, te lleva a la marginación y al paro.

 – Siempre te he tenido por un chico de izquierdas – dijo mi tía con cierta sorna-. Y ahora gobierna la izquierda…

 – Ya, pero el gobierno quiere que los periodistas afines cierren los ojos y la boca ante sus errores. Criticarlos significa el extrañamiento. Dejan de considerarte uno de los suyos y, claro, como tampoco eres de los otros, te quedas n tierra de nadie, o sea en el paro, como estoy yo.

 Decididamente me pica la curiosidad y como no puedo quedarme enganchado al libro allí, de pie, delante del mostrador de novedades, me acerco hasta la caja y lo compro.

EL ARTE DEL CUTRERÍO

El problema no es ser de derechas o ser de izquierdas, ser sindicalista o no serlo, ser de UGT, de CC OO, de USO o  del sindicato independientes de barqueros del Guadalete; que el sindicato sea más vertical o más horizontal, el problema, en este caso, es si el producto es cutre o no lo es, si es inteligente o zoquete, si respeta al receptor o cree que es madera de alcornoque, si tiene el más mínimo sentido del gusto o no lo tiene, si es útil para el país y para la situación que sufre o no, si es una mala comedia, una parodia burda o un sainete de mala calidad, o si es un producto desteñido y arrugado de todo a cien. Todo es expresable y respetable si se hace con calidad y con buena dosis de arte. Esta vez, la calidad y el arte han quedad por los suelos. Salirse por la tangente es sólo una maniobra de arabesco lateral que ya n convence a nadie. Y pese a quien pese hay que decirlo.

Me río yo de algunas películas de los años pasados, que los jóvenes de entonces despreciábamos y criticábamos por el grosero humor que las impregnaban, como de chiste malo de garito periférico. Para humor bazofia y cutre, lo de la serie esa de UGT para calentar motores de cara a la huelga, cuando ya creíamos superados otros estadios oscuros de nuestra historia, y viajábamos en el afortunado tren del progreso. Vaya papelón el del sindicato. Y, para colmo, han mal leído los informes últimos sobre el nivel cultural y educativo en España, los resultados académicos, el fracaso escolar y todas esas cosas y han pensado que aquí somos todos unos lerdos y unos ignorantes y que hay que hablarnos como a tarugos. Es casi imposible hacerlo peor. Da pena el nivel. ¡Con el importante papel que han jugado los sindicatos en la transición democrática! Y todo para llegar a este punto.

Y encima, sus dirigentes se lo toman a broma. A lo mejor es que quieren pescar también algo de las sustanciosas subvenciones al cine, para producir mejores “cortos”. Éstos lo son, pero en inteligencia. Este país se está empobreciendo en gusto, en arte, en expresión… Si estos anuncios publicitarios son un indicativo, el nivel está por los suelos. No entro en el mensaje –que también es para lelos- del que no sé qué pensaran los millares de autónomos españoles que mantienen a duras penas sus pequeños negocios,  las pymes, las empresas familiares, las mujeres en paro, que son comparadas con una compresa con alas, etc., etc. Pongo el acento, ahora, en las formas, en la imagen, en el texto, en el ritmo narrativo, en la estética, que molesta a la vista, ofende al buen gusto y degrada al buen arte de la imagen y la comunicación. Si es así como queremos construir un país y salir de la crisis, arreglados estamos.  ¿Éste es el nivel publicitario, de imagen y artístico de nuestros creativos?. Sólo pensarlo me produce tristeza y la produce a propios y a ajenos.

ÚNICOS, UNIDOS Y DIFERENTES, PERO NO UNIFORMADOS

Yo soy yo, o, por lo menos, eso creo, decía hace años un amigo mío. Y es cierto. Aunque si es verdad lo que oí hace años a un pensador italiano, que el hombre más libre está condicionado en un 95 %, el razonamiento se va, en buena parte, al garete. De cualquier manera, al menos en ese 5 % que queda, puedo decir –con el margen de error, que es aplicable en caso como éste- que yo soy yo, y no soy otro. Para bien o para mal, con mis virtudes y mis defectos. Que tanto las unas como los otros son míos, y de ellos soy el único responsable. La culpa de mis errores la tengo yo, el mérito de mis virtudes también es mío, ya sean ésta muchas, ya sean pocas. Habrá elementos que influyan o favorezcan, tanto en lo uno como en lo otro, pero básicamente soy el actor principal de todo lo mío, al menos de ese 5%.

A los demás les sucede tres cuartos de lo mismo. A los del etiqueteo no les gusta esta variedad que nos convierte en seres –afortunadamente- diferentes, y en las que cada uno es lo que es para riqueza de todos. Ellos disfrutan con la agrupación en una misma etiqueta.  Les fascina meter en el mismo saco “productos” diferentes, normalmente para mal. Pero los más nocivos son los autoetiqueteros, los del “tú eres de los míos”, “tú eres como yo”, “a ti te gusta lo que a mí…”. Y ya se sabe que la repetición crea el hábito.

Mis conocidos no son como yo, y esto no sólo me enriquece a mi sino que enriquece el ámbito en el que vivimos. Ellos aportan lo que yo no sé, no puedo, o no soy. Y viceversa. Yo tampoco soy como ellos y espero que esto les enriquezca. Aunque en esta escalada  por el pensamiento único –que hasta en los más nimios detalles empapa las neuronas de mucha gente de mi entorno- la variedad no es asumida con naturalidad. Lo distinto es repudiado. No es admisible.

“Aquí todos somos así y pensamos así, y nos gustan estas cosas…”. “Será que tú no eres de aquí…”. Y no hay manera de hacerles entender que no “todos los de aquí, somos iguales. Y te destierran, te niegan la cuna y te exilian moralmente.

Y lo mismo que admito que cada uno de los demás sea como es, quiero ser reconocido por lo que soy. Derecho legítimo de todos los seres humanos. Y yo soy yo, como tú eres tú… ¡afortunadamente! Pero esto exige el esfuerzo de ser y de ejercerlo. Y tirar por la borda el traje de camuflaje y ser lo que uno es, pensar lo que un piensa y, desde ese puerto, emprender continuamente rutas de diálogo hacia todos los demás puertos. Admitiendo que ni mi puerto es el mejor, ni mi barco el más sólido, ni el más rápido, ni el de más hermosa arboladura.

Por eso me gusta que en el año 1022, en El collar de la paloma, Ibn Hazm afirmase: “no acostumbro a fatigar más cabalgadura que la mía ni a lucir joyas de prestado”.

A partir de ahí, el diálogo, la unidad, el encuentro y la colaboración, la búsqueda y la solidaridad no sólo serán posibles sino fecundan. Los puentes tienen que apoyarse en dos orillas sólidas y bien definidas.

LAS CONSTATACIONES DE MAQUIAVELO

 “¡Cuán digno de alabanza es un príncipe cuando mantiene la fe que ha jurado, cuando vive de un modo íntegro y cuando no usa de doblez en su conducta! No hay quien no comprenda esta verdad, y, sin embargo, la experiencia de nuestros días muestra que varios príncipes, desdeñando la buena fe y empleando la astucia para reducir a su voluntad el espíritu de los hombres, realizaron grandes empresas, y acabaron por triunfar de los que procedieron en todo con lealtad”.

Sorprende esta constatación de Nicolás de Maquiavelo con la que inicia el capítulo XVIII de su libro El Príncipe. Y, lo más terrible, es que puede extrapolarse a muchos otros campos de la vida social. Comprendo que generalizar es siempre correr un enorme riesgo a cometer equivocaciones, pero la constatación de Maquiavelo nos suena a todos, y no sé por qué me da la impresión de que todos podríamos poner ejemplos abundantes. De cualquier estamento, de cualquier condición, de cualquier campo, desgraciadamente.

RECTA ELECTORAL

Iniciado ya el curso político, arranca  una larga, muy larga recta que nos irá conduciendo a las sucesivas convocatorias electorales.  Y ya han comenzado los tira y afloja, los vaivenes, los arabescos laterales, la persecución de la perdiz y hasta la caza del zorro, por no mentar las maniobras orquestales en la oscuridad, los efectos especiales, el ejercicio de la prestidigitación, y toda suerte de dribles con o sin balón. Y así hasta el hartazgo, la saturación y el empacho, de quienes tenemos que ejercer de espectador.

Nada nuevo; y en esto me consuela otro político de mitad del siglo I a. C. que ya se ha colado alguna otra vez en esta página. Lo escribe en  el discurso En defensa de Milón. Cicerón quería alcanzar el poder consular. De cualquier manera, éstas son sus palabras. Interés no le faltan. Hace ahora más de 2.000 años: “[…] Estaba cerca el día de las elecciones y la disputa por la más alta magistratura, época ésta (conozco ciertamente los temores que conlleva la búsqueda de votos y cuanta inquietud acompaña a la aspiración al consulado) en la que nos preocupan, no sólo las cosas que pueden ser criticadas en público sino también lo que se pueda pensar en secreto, en la que nos horroriza cualquier leve rumor  habladuría inventada, y examinamos con atención los rostros y las miradas de todo el mundo. Nada hay tan delicado, tan sensible, frágil o inestable como la voluntad y los sentimientos hacia nosotros de los ciudadanos…”

Toquemos madera para que esta especie de obsesión paranoica de los aspirantes no tenga que caer sobre nuestra paciencia.


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