Felicidades en este día que nos recuerda a dos grandes de la literatura a los que amamos los libros. 23 de abril de 2024 DIA DEL LIBRO. Recuerdo mi visita a la casa en que nació el inglés…
Hoy,día de recuerdos y de lecturas.
Diario de un librepensador
Felicidades en este día que nos recuerda a dos grandes de la literatura a los que amamos los libros. 23 de abril de 2024 DIA DEL LIBRO. Recuerdo mi visita a la casa en que nació el inglés…
Hoy,día de recuerdos y de lecturas.
Estoy convencido que el forofismo ahoga buena parte de la inteligencia. El forofismo no nos deja pensar con equilibrio. Más aún, en muchos casos ciega la inteligencia. Y esto me produce cierta preocupación, porque a veces se instala como medida de nuestras opiniones. Yen estos tiempos se promueve más el forofismo que el pensamiento. Dice el diccionario que forofo es el “partidario entusiasta de un equipo deportivo”, o el “partidario de una persona destacada en alguna actividad”. Hoy hay forofos de todo: de un equipo de fútbol, de un partido político, de una cofradía, de un grupo determinado. Y hace funcionar aquello de “¡Viva lo que sea man que pierda!». Y no hay manera de que el forofo de turno, de lo que sea,confiese en público o en privado su opinión sobre los hechos. Es lo mejor y basta. No hay razonamiento posible que sitúe en el juicio y en el pensamiento aspectos mejorables. Y las luces se apagan, se estanca el pensamiento y no hay posibilidad de juicio crítico y, por consiguiente, de posible mejora. La discusión no es posible, ni tampoco la posibilidad de sacar conclusiones más o menos objetivas. Y tengo la sensación de que la inteligencia en estos casos queda muy mediatizada. No hay más que asomarse a las tertulias televisivas, o escuchar las conversaciones en la barra del bar, mientras nos desayunamos un café. Así nos luce el pelo.
Uno sí y otro no, uno sí y otro no, uno sí y otro no… y vamos avanzando en un juego perverso, a la patita coja, sin querer asentar los dos pies en el suelo. Y de esta forma eliminamos a algunos. No están todos. Y si sólo están algunos, el pensamiento único impera, sea el de una parte, el de otra o el de una tercera. Y tienen que estar todos porque la aportación que toda cultura necesita no puede ser sectaria y ni siquiera de parte; no puede ser parcial ni absolutizada. Todos son piezas del mosaico democrático. En el campo cultural es fundamental; en el histórico ni que decir tiene. Si no están todos el producto queda mutilado y no sólo es sectario sino que está sesgado. Y, evidentemente, induce al engaño. No hay mayor mentira que una verdad a medias.
Un amigo y, a la vez, editor de los dos libros que tengo publicados en Italia, me envió en una ocasión, un texto que no conocía de Tomás Moro y que, en estos días, he vuelto a encontrar entre mis papeles. La impresión que me causó entonces, cuando me lo envió, como digo, este amigo italiano, me la ha vuelto a producir ahora. Son unas originales Bienaventuranzas, que me han hecho pensar mucho. Son muchas, pero transcribo algunas de las que más me han gustado. El sentido común y el humanismo del inglés Tomás Moro, que nos legó su honestidad política y personal, y el pago de esta factura con su vida, son más que evidentes. Aquí van:
Bienaventurados los que saben reírse de ellos mismos,
porque no terminarán nunca de divertirse.
Bienaventurados los que saben distinguir una montaña de un guijarro,
porque evitarán muchos fastidios.
Bienaventurados los que saben descansar y dormir sin encontrar excusas para ello; serán sabios.
Bienaventurados los que saben escuchar y callar;
aprenderán cosas nuevas.
Bienaventurados los que son lo bastante inteligentes como para no tomarse en serio; los apreciarán sus vecinos.
Bienaventurados los que están atentos a las exigencias de los demás, sin sentirse indispensables; serán expendedores de alegría.
Bienaventurados seréis si sabéis mirar seriamente las cosas pequeñas y tranquilamente las importantes; llegaréis lejos en la vida.
Bienaventurados vosotros si sabéis apreciar una sonrisa y olvidar un desaire; vuestro camino estará lleno de sol.[…]
Así nos los dejó Tomás Moro (Londres, 7 de febrero de 1478 – 6 de julio de 1535).