Archivo de agosto 2010

CURSO POLÍTICO, CURSO ESCOLAR

Esta semana comienza el curso político, dentro de quince días el escolar. Visto lo visto y a juzgar por la experiencia que nos han proporcionado y por las formas de que han hecho gala en el curso anterior, ni aprenden nada ni logran enseñar nada. En el segundo, que empezará más tarde, el que se desarrolla en colegios, institutos, en las aulas, quiero decir – a pesar de la manifiesta anemia en enseñanza que padece España- algo se enseña y algo se aprende, muy a pesar de la pertinaz sequía intelectual y educativa que agosta los conocimientos de nuestros jóvenes. Los que asisten a partir de esta semana al primero –al curso político, me refiero- justificarán el recargo mensual de su cuenta bancaria. Por ellos no pasa la crisis. Los segundos –los de los centros escolares- dejarán la tarjeta de crédito de sus progenitores temblando y tiritando. En el mejor de los casos, pues para muchos significará la liquidación total. Comenzar el curso escolar les cuesta a los sufridos padres un ojo de la cara y algunas dioptrías del otro. Calculan -¡y espero que se basen en datos reales y exactos estos cálculos!- que esta “vuelta al cole”, tan mona y tan lúdica en los carteles de los supermercados, cuesta a los padres unos 300 euros por hijo en colegio público y 1.200 en los centros privados. A lo que habrá que sumar la sangría prolongada a lo largo de todo el curso para el transporte escolar, el comedor, el gasto de materiales mensuales y las excursiones realizadas por los colegios e institutos para conflicto entre hijos –que no quieren perderse ni una- y padres –angustiados que a duras penas estiran el salario hasta final de mes-, y “sacaero” de dinero –como decían en el barrio de mi infancia-, sin prisa pero sin pausa, que se alargará durante todo el año. Y no digo nada de la mochila de marca, con la muñequita de turno, con el color de moda o con el personaje excéntrico… ¡de esto mejor ni hablar! La del año pasado ni tocarla so pena de ser calificada por los compañeros de antigua, cutre, desfasado o ¡vete tú a saber! Que la moda manda más que un dictador bananero.

El difícil oficio de padre, más aún en tiempos de crisis y de grandes recortes, afrontando el comienzo del curso escolar, como el que afronta el casting de Operación Triunfo, o el París-Dakar en una bicicleta de montaña. Pero no se preocupen. Comparto con ustedes la dureza, sufro como ustedes los cartelitos de los grandes almacenes, sé lo que cuestan las mochilas escolares de marca –alrededor de 60 euros el pelotazo-, o los chándal, zapatillas de deporte y demás complementos para que nuestros hijos hagan como que ejercitan el cuerpo e invernan las neuronas, a juzgar por algunos informes que vienen a demostrarnos que nos cuesta mucho un alumno como para que después nos rinda tan poco laboral y socialmente. Los del curso político nos salen aún más caros, pero las asociaciones de consumidores no sacan estadísticas ni recomendaciones a comienzo del curso y nos quedamos con una idea vaga de lo que nos cuestan. Ahora que empieza el curso –el escolar y el político- tendríamos que pedir amparo informativo a las asociaciones de consumidores, también en estos temas, y que nos proporcionarán recomendaciones claras para que, así como con el chándal y la mochila, nos saliese más barato un escaño en la Carrera de San Jerónimo, en el Parlamento Andaluz o en la sala de plenos de uno de nuestros ayuntamientos. Y no nos dejásemos engatusar por los cartelitos y los anuncios del comienzo de curso, que en estos días invaden nuestro espacio visual, con serias consecuencias para nuestro bolsillo. Todo vale, si se hace con moderación. Ya lo dijo el filósofo: en el medio está la virtud. Y lo está en todos los campos.

LA INCOHERENTE COHERENCIA

         Me asomó a la ventana de lo diario y paseo por las páginas de los periódicos. Me choca la noticia de la Línea y, sobre todo, la respuesta de Fomento. El Ministerio de Fomento ha advertido que tomará «las medidas oportunas» si tiene constancia de que el Ayuntamiento realiza actuaciones en carreteras de su competencia para la implantación de la tasa de congestión junto a la Verja de Gibraltar. Fuentes de Fomento aseguraron que el Consistorio linense «no cuenta con autorización alguna para actuar en las carreteras estatales» y añadieron que tampoco se tiene constancia de que haya solicitado actuación alguna. Si el departamento que dirige José Blanco tuviera constancia en algún momento de que se están llevando a cabo actuaciones no autorizadas sobre carreteras de su competencia se verían obligados a tomar «de forma inmediata las medidas pertinentes».

Todo bien, nada que objetar. Tiene a la ley de su parte, las cosas como son. Lo que me sorprende es que el Gobierno sea tan contundente con un Ayuntamiento español y tenga tanta manga ancha con, por ejemplo, Gibraltar, que por lo vito gana al mar territorial español terrenos en los que construye lo que presuntamente no debe ni puede, amenaza a las patrulleras españolas de la Guardia Civil en aguas territoriales españolas, impide la persecución de delincuentes y, desde luego, tiene en el peñón un tinglado montado qu huele fatal, sin que se haga nada y manda, rompiendo la tradición de años, en visita “pastoral” a Moratinos. En fin, que resulta incoherente la coherencia. No digo que tenga razón el Ayuntamiento de la Línea, y es bueno decir que hasta ahí podíamos llegar –otra cosa es que ayuden a los ayuntamientos a arreglar sus problemas- pero con la misma dedicación e intensidad habría que pararle los pies a los del peñón y hacerles cumplir el Tratado de Utrecht, que para algo están las leyes internacionales.  ¡De lo de Melilla, mejor ni hablar!

APRENDIENDO EN LOS LIBROS Y EL VALOR DE LAS RAÍCES

Harto ya de tanta palabrería hueca, de tanta mentecatez estructural, de tanta mediocridad sedimentada y de tanto escapismo a la hora de ir a las causas profundas, al nudo gordiano de las cuestiones, a los argumentos serios y razonados, al interés común, de unos políticos de tan poco fuste y tan ligeritos de argumentos, que hasta para leer discursos políticos tengo que refugiarme en los clásicos; y aunque parezca original –que no debería serlo- en estos días estoy leyendo a Cicerón.  Marco Tulio Cicerón, es un interesante político de la época republicana, allá por la mitad del siglo I a.C. Y aunque algunos me lo reprochen y me lo expresen, y digan que leo demasiado a los filósofos, a los escritores clásicos, uno tiene derecho a solazarse con textos mejores que los que me proporciona la superficialidad de algunos, el escaso nivel de otros, y las prisas de la mayoría, a la hora de contarme las cosas. Y cómo todos tenemos derecho a vencer el aburrimiento, yo lo hago leyéndome una serie de discursos políticos senatoriales, tan jugosos, tan contundentes y de tan buena oratoria como son las Catilinarias, o el tratado Sobre los deberes, que este romano dedicó a su hijo. Y así aprendo, que tanta falta me hace. Una labor que no acaba nunca. Y, de camino, me nutro un poco, cultural, histórica e intelectualmente, en este tiempo de tan poca transmisión y tanta devaluación de los que pusieron cimientos a nuestra Europa y la fueron construyendo a lo largo de los siglos. Y que, poco a poco, tengo la esperanza de que también me construyan a mí. Porque, como dice Mario Benedetti, quiero estar entre libros porque “en ellos he aprendido a dar mis pasos, a convivir con mañas y soplidos vitales, a comprender lo que crearon otros y a ser por fin este poco que soy”. ¿O no nos parece sabio y realista este texto que Cicerón escribe en su tratado Sobre los deberes? “Debemos huir con todo empeño de la soberbia, del desprecio y de la arrogancia en los momentos en que todo nos resulta prósperamente y a pedir de boca, porque es nota de liviandad de ánimo n0o saber moderarse tanto en la fortuna próspera como en la adversa… Es maravillosa la ecuanimidad en toda la vida, tener siempre la misma cara y la misma frente”. No me parece mal consejo y ya me hubiera gustado haberlo leído antes.

EL NUEVO PERIODISMO VATICINADO HACE MÁS DE CIEN AÑOS

A Lisboa hay que venir en invierno; en verano, el calor es un suplicio insoportable. Cuando se nubla el cielo, concentrando la humedad del ambiente, la sensación de ahogo crece, se pega a la camisa y mengua la fuerza de tus piernas. Todo se vuelve cansino y despiadadamente lento. Te embarga la sensación de ahogo, una suerte de aplastamiento que te lleva a refugiarte en las sombras. Y algo así me sucedió aquella tarde de hace una semana. Me extrañó que Pessoa, impertérrito en bronce a la puerta de la cafeteria A Brasileira, no se fundiese al sol inmisericorde de aquella tarde lisboeta, de pretendido paseo por el Barrio Alto. Así que me refugié en la Librería Bertrand, vieja amiga ya de mis antiguos paseos por Lisboa. Agradezco el calor que me empujó a su interior y el encontrar el libro de Uzanne que vengo leyendo estos días. Un viejo libro de 1895, y del que ya hablé en mi artículo anterior. No deja de soprenderme. Así Uzanne vaticinaba en él cómo sería el periodismo, el de cien años después de cuando escribío aquel libro. «El periodismo se transformará naturalmente; los grandes acontecimientos se reservarán a los hombres fuertes y sólidos, de voz potente, cálidamente timbrada, cuya arte de dicción estará más en la articulación para quienes la escuchan que por las palabras que forman las frases. La predominancia literaria desaparecerá y los literatos no tendrán más que un ínfimo número de oyentes; lo importante será ser informado répidamente y con pocas palabras, sin comentarios. En todas las redacciones de periódicos habrá atrios enormes, spoking-halls, donde los redactores grabnarán en voz alta las noticias recibidas; los despachos llegados telefónicamente serán inmediatamente registrados en un aparato con receptor acústico. Los cilindros (entonces se grababa en cilindrons, que hacían las veces de lo que después fué el disco) obtenidos  serán copiadios en grandes cantidades y enviados por correo en pequeñas cajas antes de las tres de la mañana, a menos que, debido a un acuerdo con la compañía telefónica, la audición del periódico pueda llegar a los domicilios a través de las líneas particulares de los abonados, tal y como se hace ya con los teatrofón«. En fín, las profecías de un escritor de hace cien años, sobre lo que sería el periodismo en nuestra época. No deja de ser soprendente, a la luz de la evolución que éste ha tenido en los últimos años.

EL FIN DE LOS LIBROS

En 1895 se publica en París el libro «Contes pour les bibliophiles», de Octave Uzanne, que contenía un texto titulado «La fin des livres» (El fin de los libros). Octave Uzanne (1851-1931), su autor, cuenta una velada vivida en Londres, tras asistir con un grupo de expertos amigos , en la Royal Society, a una conferencia del eminente físico inglés, profesor de la Universidad de Glasgow, Sir Willian Thompson. El grupo se reúne después a beber champagnes y a avanzar hipótesis de futuro sobre cómo será el mundo, en sus diferentes facetas y expresiones, cien años después, es decir, en el siglo XXI. En un determinado momento, y tras haber repasado otros muchos campos, le preguntan: «Querido bibliófilo… ¿nos va a decir lo que le sucederá, en el campo de las letras, a los literatos, a los libros, dentro de cien años?»

Y se inicia el debate en el que se marcan dos posturas fundamentales, la que defiende que el libro no caerá en desuso y la que auspicia que inventos como el fonógrafo o el cinematógrafo acabarán con el libro. El autor se basa en la pereza del hombre, en su condición egoísta y comodona para afirmar que el libro , tal como lo concebimos, perecerá como estaban pereciendo las escaleras frente a ese nuevo utensilio llamado ascensor. «El fonógrafo destruirá probablemente la tipografía». «Ya no se llamarán escritores a los hombres de letras, sino narradores; el gusto por el estilo y las frases pomposamente adornadas se perderá, poco a poco, pero el arte de la dicción tomará proporciones inverosímiles; habrá narradores muy apreciados por la sutil simpatía comunicativa, calor vibrante, perfecta corrección y cadencia de sus voces. Las señoras ya no dirán cuando hablen de un autor de éxito: ¡Me gusta mucho su forma de escribir! Todas suspirarán diciendo: ¡Oh! Este declamador tiene una voz penetrante, que fascina, que conmueve; su acento grave es adorable, sus gritos de amor lacerantes; nos deja completamente destrozdas de emoción tras la audición de su obra; nos arrebata los oídos de manera incomparable».

«Los autores faltos de sentimiento, de armonía en sus voces y de la flexibilidad necesaria para una bella dicción se servirán de la ayuda de asalariados, actores o cantantes, para almacenar su obra…».

Octave Uzanne y sus expertos amigos aún no podían imaginar que algunos años después inventarían la televisión. Y que, desgraciadamente, son menos los que, como yo he hecho, leen estas cosas en libros impresos.

LA FELICIDAD

Leo ahora el texto de Séneca «Sobre la vida feliz» y me doy de bruces con estos párrafos que transcribo sin comentarios. Los escribió hace cerca de 2.000 años. Poco hay de nuevo bajo el sol. Merece la pena tomar nota. » Todos  […] quieren vivir felizmente, pero a la hora de distinguir qué es lo que hace feliz la vida se hallan a oscuras; y hasta tal punto no es fácil conseguir una vida feliz que todo el mundo se aparta de ella tanto más lejos cuanto más impetuosamente se lanza a ella, si se ha equivocado de camino; cuando éste lleva en dirección opuesta, la velocidad misma es motivo de un mayor distanciamiento».  Y marca las prioridades: «Primero hay que aclarar qué es lo que pretendemos; a ciontinuación, averiguar por dónde podemos acercarnos allí más rápidamente, pues en el camino mismo, si es el recto, nos iremos dando cuenta de cuánto se aproxima uno a la meta cada día y de cuánto más cerca estamos de aquello a lo que nos empiuja un deseo natural». Y nos propone elegir por nosotros mismos y no dejarnos llevar por lo que mueve a la mayoría, que a veces no es lo que buscamos y lo que arrastra a los más no es siempre lo que conduce a la felicidad. Y sentencia: «Nos perdemos por el ejemplo de los demás; nos curaremos sólo con que nos separemos del montón».

EL ULTRAJE DE LOS MALVADOS

Séneca

Una de las ventajas del descanso veraniego es que hay lugar para desempolvar viejos libros y remozar las ideas que te fueron haciendo. Me ha sucedido estos días con Séneca, el docto cordobés (s. I) cuya sabiduría conquistó Roma y pereció en ella. He desempolvado sus «Diálogos» y he vuelto a leerlos. Me detngo en uno de ellos: Sobre la firmeza del sabio; saboreo su contenido con verdadero placer. Defiende en este texto que al sabio no se le puede herir. De su contenido destaco este texto: «Más poptente debe ser lo que hiere que lo que es herido; ahora bien, no es más fuerte la maldad que la virtud; luego el sabio no puede ser herido. Un ultraje contra los buenos no lo intentan sino los malvados; para los buenos hay paz entre ellos, los maçvados son para los buenos tan perniciosos como entre ellos. Y si no puede ser herido sino el más endeble y de otro lado el malvado es más endeble que el bueno y los buenos no deben temer un ultraje más que por parte de sus contrarios, el ultraje no cae sobre el hombre sabio. Pues ya no tengo que recordarte que nadie hay bueno sino el sabio». !Buenos y malvados! La eterna dicotomía, sólo posible de vencer con la sabiduría.

NO SE PUEDE AGRADAR A TODO EL MUNDO

Y el que lo pretenda yerra. Se ha equivocado de dirección y es muy probable que con este sistema se traicione a sí mismo y se vea obligado a mutilar la verdad. Un amigo me dice que no entiende por qué cito a los clásicos, aconsejo su lectura, los traigo a colación, en vez de comentar hechos de actualidad que ahora nos afectan. No sé cómo decirle que lo que cito es siempre actual aunque no lo parezca y que sin lee entre líneas y va a la raíz de los hechos y de las palabras, que es la única forma de entender de verdad, hallará razones poderosas para justificar la cita. Todo lo que escribo y cito es actual y más nos valiera hacer acopio de ello y llevarlo a la práctica o contrastarlo con la eterna condición del hombre, que es también la del actual. Díganme si no es aplicable el consejo de Epicteto, con el que sigo, a día de hoy.

“Cuando intentamos agradar a los demás, nos encontramos mal dirigidos hacia lo que está fuera de nuestra área de influencia. Al hacerlo perdemos el dominio sobre el propósito de nuestra vida.

                “Confórmate con ser un amante de la prudencia, un buscador de la verdad. Regresa una y otra vez a lo que es esencial y valioso.

                “No trates de parecer sabio a los ojos de los demás. Si quieres llevar una vida en la prudencia, vívela en tus términos y con tus propios ojos”.

NADIE TIENE LA FACULTAD DE HACERTE DAÑO

Leo, esta vez, a Epicteto, el filósofo frigio del primer siglo de nuestra era.  Y destaco dos consejos suyos: “La gente no tiene la facultad de hacerte daño –afirma-. Incluso si te denigran a voz en grito o te golpean, si te insultan, tuya es la decisión de considerar si lo que está ocurriendo es insultante o no. Cuando alguien te irrita, lo único que te está irritando es tu propia respuesta. Por consiguiente, cuando te parezca que alguien te está provocando, recuerda que lo único que te provoca es tu propio juicio del incidente. No permitas que tus emociones se enciendan ante meras apariencias. Intenta no limitarte a reaccionar al instante. Toma distancia de la situación a fin de tener una perspectiva más amplia. Sosiégate”.  Cuanta sabiduría acumulada en el arcón de nuestra memoria cultural desde hace dos mil años. Y, lo mejor de todo, es que tiene vigencia.

LA MAGIA DE LA LECTURA

Encuentro en la revista Qué leer, unas declaraciones de la escritora Rosa Huertas, que acaba de publicar una novela titulada “Tuerto, maldito y enamorado”. Me ha gustado la que sigue: “Hay que ser conscientes de que leer supone un esfuerzo mayor que otras ofertas de ocio, pero tiene también otras compensaciones mayores”. Y remata: “[…] al menos para los que consiguen hallar la magia de la lectura”. Éste es el quid de la cuestión. Y la compensación puede ser inmensa. Pero hay que “ver” para “creer”. El verano es una estupenda ocasión para probarlo y dejarse inocular el venenillo de la lectura… para que este tipo de ocio, nos llene de compensaciones… y de conocimientos.


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