Esta semana comienza el curso político, dentro de quince días el escolar. Visto lo visto y a juzgar por la experiencia que nos han proporcionado y por las formas de que han hecho gala en el curso anterior, ni aprenden nada ni logran enseñar nada. En el segundo, que empezará más tarde, el que se desarrolla en colegios, institutos, en las aulas, quiero decir – a pesar de la manifiesta anemia en enseñanza que padece España- algo se enseña y algo se aprende, muy a pesar de la pertinaz sequía intelectual y educativa que agosta los conocimientos de nuestros jóvenes. Los que asisten a partir de esta semana al primero –al curso político, me refiero- justificarán el recargo mensual de su cuenta bancaria. Por ellos no pasa la crisis. Los segundos –los de los centros escolares- dejarán la tarjeta de crédito de sus progenitores temblando y tiritando. En el mejor de los casos, pues para muchos significará la liquidación total. Comenzar el curso escolar les cuesta a los sufridos padres un ojo de la cara y algunas dioptrías del otro. Calculan -¡y espero que se basen en datos reales y exactos estos cálculos!- que esta “vuelta al cole”, tan mona y tan lúdica en los carteles de los supermercados, cuesta a los padres unos 300 euros por hijo en colegio público y 1.200 en los centros privados. A lo que habrá que sumar la sangría prolongada a lo largo de todo el curso para el transporte escolar, el comedor, el gasto de materiales mensuales y las excursiones realizadas por los colegios e institutos para conflicto entre hijos –que no quieren perderse ni una- y padres –angustiados que a duras penas estiran el salario hasta final de mes-, y “sacaero” de dinero –como decían en el barrio de mi infancia-, sin prisa pero sin pausa, que se alargará durante todo el año. Y no digo nada de la mochila de marca, con la muñequita de turno, con el color de moda o con el personaje excéntrico… ¡de esto mejor ni hablar! La del año pasado ni tocarla so pena de ser calificada por los compañeros de antigua, cutre, desfasado o ¡vete tú a saber! Que la moda manda más que un dictador bananero.
El difícil oficio de padre, más aún en tiempos de crisis y de grandes recortes, afrontando el comienzo del curso escolar, como el que afronta el casting de Operación Triunfo, o el París-Dakar en una bicicleta de montaña. Pero no se preocupen. Comparto con ustedes la dureza, sufro como ustedes los cartelitos de los grandes almacenes, sé lo que cuestan las mochilas escolares de marca –alrededor de 60 euros el pelotazo-, o los chándal, zapatillas de deporte y demás complementos para que nuestros hijos hagan como que ejercitan el cuerpo e invernan las neuronas, a juzgar por algunos informes que vienen a demostrarnos que nos cuesta mucho un alumno como para que después nos rinda tan poco laboral y socialmente. Los del curso político nos salen aún más caros, pero las asociaciones de consumidores no sacan estadísticas ni recomendaciones a comienzo del curso y nos quedamos con una idea vaga de lo que nos cuestan. Ahora que empieza el curso –el escolar y el político- tendríamos que pedir amparo informativo a las asociaciones de consumidores, también en estos temas, y que nos proporcionarán recomendaciones claras para que, así como con el chándal y la mochila, nos saliese más barato un escaño en la Carrera de San Jerónimo, en el Parlamento Andaluz o en la sala de plenos de uno de nuestros ayuntamientos. Y no nos dejásemos engatusar por los cartelitos y los anuncios del comienzo de curso, que en estos días invaden nuestro espacio visual, con serias consecuencias para nuestro bolsillo. Todo vale, si se hace con moderación. Ya lo dijo el filósofo: en el medio está la virtud. Y lo está en todos los campos.