Archivo de septiembre 2011

UN MAGNÍFICO LIBRO

Rosalía González, es una buena amiga desde hace años; Laureano Aguilar es un viejo conocido al que aprecio mucho; es muy posible que la alegría con la que he recibido la publicación de su libro El sistema defensivo islámico de Jerez de la Frontera. Fuentes para su reconstrucción virtual, puede estar teñido por estos sentimientos. Pero también es cierto que ambos son unos profesionales magníficos, unos estudiosos serios y dos de las personas que desde hace más años vienen trabajando en el patrimonio arqueológico de Jerez y dos expertos conocedores del mismo. Mi interés y mi dedicación a ese período de la historia hacen, también, que aprecie todos los avances que historiadores y arqueólogos hacen en el estudio de esa época. Por ello los admiro doblemente.

El libro que acaba de publicar la Fundación Ibn Tufayl es una magnífica aportación y una herramienta eficaz para el estudio del patrimonio jerezano.  Sus páginas están llenas de datos fundamentales para el conocimiento del Jerez medieval, ilustrado por fotografías, planos, grabados y dibujos. Y que aporta algo más fundamental y gráfico como son la reconstrucción virtual de murallas, defensas y puertas de la ciudad, que ayudan al lector a sumergirse en el Jerez de la época a través de ellas. Una obra imprescindible cuya aportación recibimos con enorme alegría y gratitud por estos autores, Rosalía, directora del Museo Arqueológico de Jerez, y Laureano, arqueólogo del mismo, que aportan ahora el fruto de un trabajo de excavaciones, estudios y clasificación de todo lo que queda de ese patrimonio arqueológico jerezano.

A través de sus páginas recorremos lo que aún queda de esos restos, entenderlos, y hacerse una sólida idea de la ciudad y de su estructura urbana. Con él en la mano es fácil marcarse una ruta y caminar por Jerez entendiendo el porqué de su actual trazado y penetrando en su historia. Fundamental para cualquier jerezano, para cualquier amante de la historia y para todos los que quieran dar un paso más en el conocimiento de esta rica ciudad andaluza.

UTOPÍA COMPARADA

 Así se titula el reciente libro de Carlos Manuel López Ramos que lleva como subtítulo Dos poetas, dos poéticas. Lo edita Publicaciones del Sur y es un amplio volumen, con prólogo de José Manuel Caballero Bonald , que estudia la obra de Jesús Fernández Palacios y de José Ramón Ripoll. Un exhaustivo e interesante estudio que nos acerca a la obra de estos dos Autores desde los años setenta hasta nuestros días. Cuarenta años de dedicación a la poesía que se analizan y estudian en este volumen y que repasa todos los libros de sus autores. Una obra autorizada y seria, escrita por un excelente crítico literario, un cualificado profesor y un autor prestigioso, como es Carlos Manuel López Ramos. El libro contiene además una amplia antología poética de estos dos autores. Utopía comparada, porque como cita al principio su autor, en un atinado párrafo de Caballero Bonald, “La supuesta semejanza entre la Mezquita Mayor de Ismailia y la Catedral de Sal de Zipaquirá, no es perceptible para una estricta mirada de cartulario. Pero el que pasó su anónima vida juntando los fragmentos de papiro salvados del incendio de la Biblioteca de Alejandría, ése sí logrará establecer la concordancia entre los materiales egipcios de construcción oriundos de Timsah y las claves geológicas ocultas en el esplendor de las tierras de los chibchas. Abolida la historia, sólo el fenómeno de las equivalencias indemostrables nos convierte en restauradores de la mitología”.

TODOS LOS NIÑOS PUEDEN SER EINSTEIN

Comienza el curso y todos los padres ponemos la esperanza en que éste sea el bueno, que nuestros hijos lo aprovechen, que superen las crisis y que comprendan, de una vez por todas, lo que vale un peine. Pero, son como son, y cada uno tiene las capacidades que tiene y no podemos pretender que nuestro hijo sea otro Einstein. Estas mentes privilegiadas escasean. Y, además de que nuestros hijos son lo que son, la educación en nuestro país es un auténtico desastre, los planes son los que son y un castaño, por mucho que queramos, no puede dar nueces. Y nos ha tocado un tiempo de menguas evidentes. Pero no todo es cierto. Porque, Fernando Alberca, pretende devolvernos la esperanza con un libro de Toromítico, uno de los sellos editoriales de Almuzara, acaba de publicar. Y la verdad es que Fernando Alberca tiene autoridad suficiente para hablar de estos temas. Este cordobés es Licenciado en Filosofía y Letras y Máster en Dirección de Centros Educativos. Ha sido profesor y director en distintos centros docentes de Huelva, Cáceres, Zaragoza y Asturias. Profesor de Honor del Colegio Internacional San Jorge. Miembro del Comité de Arbitraje del Programa Argos 2004 para el Fomento de la Lectura, del Ministerio de Educación y Ciencia del Gobierno Español. Ha sido Consejero del Consejo Escolar del Principado de Asturias; miembro constituyente del Foro de Participación del Observatorio de la Convivencia entre Iguales del Principado de Asturias, y colaborador en distintos medios de comunicación de radio, prensa y televisión. En fin que por currículo no quede.

Y, como decía, escribe un libro que acude en nuestro auxilio para demostrar que el determinismo genético sobre la capacidad de inteligencia de nuestros hijos no sólo se puede corregir y desarrollar, sino que lo hace de forma práctica invitando en este manual a los padres y educadores a inculcar entre sus descendientes una serie de pautas de conductas y proponiendo una relación de ejercicios prácticos, que plasma en esta nueva publicación, que favorezcan e inculquen entre los infantes determinadas cualidades que ayuden a  incrementar sus coeficientes desde su más tierna infancia.

Claro que, como en todo, hay una condición: “Si su hijo ha de pensar adecuadamente, necesita que le enseñen a pensar. Si ha de resolver problemas, necesidad adquirir la habilidad de resolverlos. Si ha de utilizar su cerebro de modo creativo, necesita practicar la creatividad intelectual. Y para todo ello, precisa la suficiente motivación y confianza en sí mismo”, comenta este experto en educación. Y si quieren ustedes algunos ejemplos vuelvan a leer el título del libro y vean que Albert Einstein no aprendió a leer hasta los siete años, su maestra lo calificó como mortalmente lerdo. Le costó sangre, sudor y lágrimas acceder a la Escuela Politécnica. Después de conseguirlo y finalizar su carrera, su tesis doctoral no causó la más mínima impresión al tribunal que la juzgó, de hecho la consideraron bastante mediocre. A pesar de ello, Einstein acabó convirtiéndose en uno de los científicos más geniales del mundo, y no fue el único: Edison, Michael Jordan, Graham Bell, Stanley Kubrick, Federico García Lorca, forman parte de la lista de genios que fueron malos estudiantes.

EL DIGODIEGUEO

 Es el arte volátil del que entiende por verdad y coherencia algo voluble y transformable, adaptable a según qué circunstancia e intereses. Se sirve con hielo en vaso largo, con aromas de cinismo y unas gotas de cara dura. Dos tragos de este cóctel es capaz de hacer ver blanco lo que ayer era negro y volver la realidad como un calcetín. Se trata del nuevo alcance de la retórica. El rostro del que lo practica se transforma en máscara impasible, inexpresiva, que esconde la desfachatez del mercenario que cambia sus defensas por las pobres monedas que recibe. La nueva moda de dibujar transformando lo pintado en apariencia de vivo. Así la esquizofrenia parece asegurada si no se halla remedio.

REFLEXIONES PARA UN VERANO QUE NO ACABA: LA CENSURA

Leo en un artículo sobre la censura de libros en los siglos XV y XVI, escrito por Luis Veres,  que escribe: “no hay nada que indigne más a un escritor que la amenaza de la censura. José María Blanco White advertía a principios del S.XIX que quien deseara formar una buena biblioteca debería escoger exclusivamente sus libros en el Índice de libros prohibidos. Y ello es cierto si se tiene en cuenta que buena parte de la literatura española estuvo censurada, expurgada, abreviada y cortada por las acciones de la censura. Por tanto un buen conocimiento de la historia literaria exige un conocimiento de aquellas obras que no pudieron circular en su momento o cuya presencia se retrasó a causa de las contravenencias propiciadas en las instancias censoras”.  Y corro a mi biblioteca en busca de un libro –edición fascimil- que guardo como curiosidad desde hace años: Índice de los libros prohibidos, de 1873, publicado por el Santo Oficio de la Inquisición Española. Un grueso volumen con una interminable lista. Corro el peligro –y deshecho la tentación-  de volver a recordar aquellos viejos tiempos en los que comencé mi andadura por el mundo editorial y escribía mis artículos en una revista que tenía que ser llevada antes de distribuirla al Ministerio, para obtener el visto bueno de los que mandaban. ¡Cómo han cambiado los tiempos! Ahora no hace falta tanto trámite, y los mandamases controlan por otros medios. El silencio se produce por otros cauces más finos. Pero la eficacia es la misma. Velar por que salga a la luz sólo lo políticamente correcto. ¡Qué tentación la de los que mandan y han mandado siempre! Que para que nadie se escame pongo siempre el ejemplo de Ibn Hazm de Córdoba al que Al-Mutamid quemó sus libros en Sevilla porque no era de su cuerda. Cosa que sirvió al escritor para afirmar algo que sigue vigente, aunque ahora la llama y el fuego sean de otro tipo: “Aunque queméis el papel, no podéis quemar lo que encierra, porque lo llevo en mi pecho.”. La historia repetida y repetida hasta el hastío.

Fotograma de la película Fahrenheit 451

Pues, como dice  George Steiner en El silencio de los libros, “la censura es tan antigua y omnipresente como la escritura misma. […] Ha participado en todas las tiranías, desde la Roma de Augusto hasta los regímenes totalitarios de nuestro tiempo. Es sencillamente imposible reseñar el impresionante número de textos que han sido emasculados, expurgados, falsificados o completamente reducidos al silencio. Pero las sedicentes democracias tampoco son inocentes”. Y mira que están claros los conceptos y todos coincidimos en que sólo en la libertad de expresión, en la pluralidad, en el debate libre y honesto, está la democracia. Quemar libros, mutilarlos, condenarlos al ostracismo, marginarlos o simplemente dejar de publicarlos por las razones que sean es condenar las ideas, el pensamiento plural y la libertad de elección de los lectores. Y no hay que olvidar que como dijo Heinrich Heine (1787-1856) “allí donde se queman los libros, se acaba por quemar a los hombres”. Y lo peor es que el aactual Fahrenheit 451 puede hacerse sin fuego.


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